Un perseguidor llamado Julio Cortázar

«[…] La Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico. […]»

– Rayuela, capítulo 1

Hace mucho tiempo dejé de creer en las casualidades. Siempre he pensado que las cosas, los sucesos y las personas que estamos inmersas en ellos (o viceversa) están de alguna forma conectados por un hilo invisible que, llegado su momento, se va haciendo más corto como producto de los enredos de la vida. Y es este mismo hilo el que hace que un día inesperado nos «tropecemos» con personas extraordinarias que irradian historias y que fluyen en su propia viveza, con libros sublimes que al leerlos en voz alta nos producen cierto efecto melifluo.

Y leer Rayuela del gran cronopio Julio Cortázar no ha hecho más que confirmar esta teoría. Esta obra ha sido una gran revelación para mí, un gran viaje en una montaña rusa de emociones desde hace varios años. Me ha hecho crecer no solo como lectora sino también como persona.

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Es inefable el amor que siento por esa novela y más que todo por el etéreo Cortázar. Este hombre estuvo rodeado de cierta magnificencia, su vida fue una cadena de hechos increíbles que a muchos nos gusta llamar vulgarmente «azar». Así lo describía Paco Porrúa, quien fue su editor y uno de sus más grandes amigos:

«[Cortázar] Vivía en un azar seguro, un mundo donde los azares y las coincidencias eran siempre extraordinarias y a la vez comunes. La presencia del azar en la vida de Julio era cotidiana. Todos los días había una señal. Cuando esas señales o signos o epifanías comenzaban a repetirse, parecían formar constelaciones que él llamaba figuras. En una ocasión subió a un taxi en París y se puso a hablar con el chofer. Hablaron sobre el azar. Terminó el viaje y después de esa amable conversación se presentaron mutuamente. El chofer dijo: «Je suis Jules Corta». El otro dijo: «Je suis Jules Corta-Hasard».

Cuando vino a España de Sudamérica o de no sé dónde, le estaban esperando dos escritores españoles. Uno era Rafael Conte; el otro, Félix Grande. Y Julio venía en el «Conte Grande».
Las historias de él con sus cuentos son también extraordinarias. Ya publicado «Todos los fuegos el fuego», donde aparece «Instrucciones para John Howell», le escribió John Howell, de Nueva York, un individuo a quien le había ocurrido el cuento: le habían subido a un escenario y tuvo que escapar.

En Rayuela hay personajes que están escondidos. Hay una Berthe Trépat pianista; un nombre inventado. Ya publicada «Rayuela», o por publicarse, en un periódico de Buenos Aires apareció el reportaje sobre una señora que había ganado el campeonato femenino de ajedrez. Se llamaba Laura… Colicciani… algo así, un apellido italiano. En el reportaje hablaba de su vocación: «Mi verdadera vocación era el piano, la música». Ahora, se llamaba Laura Colicciani, pero en el medio apareció Berta Trepat: Laura Berta Trepat Colicciani. El Berta Trepat estaba escondido ahí, y era la pianista que aparece en Rayuela.»

– Paco Porrúa, entrevista de Carlos Àlvarez (1999) en «Cortázar de la A a la Z»

¡Si su mismo apellido era CortÁZAR!

Hay determinados días – como es usual que este tipo de experiencias sean inusuales – que no puedo dar un paso sin encontrarme con Julio. Aquí, allá, arriba, abajo… Y es con estas vivencias que me convenzo que de alguna manera, uno como devoto lector, se conecta trascendentalmente con sus autores predilectos, ya que siendo los mismos grandes narradores, nos hacen jugarretas en la historia de nuestras vidas.

3990301405_8e7cb79711Hace poco Julito me dio una gran sorpresa. Fui con un par de amigos al Comic-Con que se celebró por tres días en mi país. Cuando vas a este tipo de convenciones pensás en muchas cosas pero literatura latinoaméricana no es una de ellas, al menos en mi caso, y me encuentro con que en la zona de diseñadores hay una artista muy dulce que vendía un único y hermoso acordeón de cartoncillo, hecho por ella misma, que representa en dibujos el virtuoso cuento de Cortázar llamado Axolotl. No pude evitar emocionarme ni reírme, ha sido otras de sus jugarretas… y me iluminó el día con esa serendipia, y al parecer también me iluminó la semana, y si es posible, la vida.

Vulgarmente lo llamaremos azar.

Es así como de vez en cuando me encuentro a Julio rondando por las esquinas de mi vida, y como si no pudiera ser más asquerosamente poético todo esto, nos encontramos, no nos buscamos.

Creo que el próximo cuento que leeré de Cortázar será El Perseguidor, por obvias razones…

6 comentarios en “Un perseguidor llamado Julio Cortázar

  1. DANIELA VINDEL dijo:

    Aquí leyéndote un poco, con el mismo gusto de siempre. Valoro mucho al hilo invisible que me leerte aquí y compartir, quizás no el mismo amor por Cortázar, pero sí una gran admiración. Que tengas una semana a lo FULL COLOR chica Cronopio 🙂

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